En un reciente encuentro en Madrid, Jorge Freire, uno de los pensadores más incisivos de la actualidad, se dirigió a 300 jóvenes en el marco del thinkglao, un evento diseñado para desafiar la mente y despertar la reflexión profunda. Lo que comenzó como una conferencia más sobre filosofía, se transformó en un alegato contundente sobre la naturaleza del dolor, el sentido de la vida y cómo nuestras elecciones definen nuestra existencia en un mundo cada vez más desorientado.
Dolor y Daño: Dos Caras de una Misma Moneda
Freire abrió su intervención con una distinción fundamental que a menudo se pasa por alto en nuestro discurso moderno: la diferencia entre el dolor y el daño. En una época que tiende a confundir ambos términos, Freire insistió en que, aunque el dolor es una experiencia universal e inevitable, el daño va más allá, hiriendo nuestra esencia y alterando nuestra identidad. "El dolor es tolerable, el daño nunca lo es", sentenció, evocando la figura de Theodor Adorno, quien consideraba nuestras vidas como "vidas dañadas" en un mundo homogéneo y despersonalizado.
Sin embargo, Freire se distanció de este pesimismo radical. Para él, aunque el dolor es una constante en la existencia humana, no implica que estemos condenados a una vida de sufrimiento. La clave, sostuvo, es aprender a convivir con el dolor sin permitir que nos dañe, una lección que, aunque simple en apariencia, es profundamente revolucionaria en una cultura que busca anestesiar cualquier tipo de sufrimiento.
Estoicismo y Resiliencia: La Vida a Pesar del Dolor
Uno de los pilares del pensamiento de Freire es el estoicismo, esa antigua filosofía que nos enseña a enfrentar las adversidades con dignidad y serenidad. En lugar de huir del dolor, el estoico lo abraza como parte ineludible de la condición humana. "Enamorado de la vida, aunque a veces duela", citó Freire, recordando una de las letras más icónicas de Camarón de la Isla. Esta frase resume a la perfección la actitud estoica: amar la vida en su totalidad, con sus alegrías y dolores, sin renunciar a nuestra capacidad de disfrutarla plenamente.
Freire nos invitó a reconsiderar nuestra relación con el dolor, no como un enemigo a vencer, sino como un compañero inevitable en el viaje de la vida. Este enfoque no solo es terapéutico, sino profundamente necesario en un tiempo donde el culto al bienestar y la evasión del sufrimiento nos han desconectado de la realidad más básica de nuestra existencia: que vivir es, en última instancia, experimentar dolor y aprender de él.
La Vida Errónea y la Búsqueda del Sentido
En una sociedad marcada por la fragmentación y la pérdida de propósito, Freire lanzó una pregunta que resonó con fuerza entre los jóvenes: "¿Es posible edificar una vida recta desde una vida errónea?". Esta cuestión, que Adorno planteó hace décadas, sigue siendo urgente hoy en día, especialmente para las generaciones más jóvenes, que enfrentan un mundo lleno de precariedad y desarraigo.
Freire sugirió que la solución a una "vida errónea" no es nueva, sino que es tan antigua como la humanidad misma: la búsqueda del sentido. El sentido de la vida, dijo, no es algo tangible ni medible; es una metáfora, un mito que nos permite dar coherencia y dirección a nuestras acciones. En un mundo donde la verdad parece diluirse en múltiples relatos, Freire insistió en que el sentido debe ser auténtico y verdadero, una narrativa que dé forma a nuestras vidas de manera significativa.
La Vida como Juego: Una Nueva Metáfora
Uno de los momentos más reveladores de la intervención de Freire fue su comparación de la vida con un juego. Inspirado por un antiguo programa de televisión, sugirió que la vida, al igual que un juego, tiene sentido en sí misma, independientemente de las recompensas o logros que podamos obtener. "La vida es un juego y hay que apostar", afirmó, proponiendo una visión lúdica de la existencia que desafía la seriedad con la que solemos abordar nuestras decisiones y nuestras metas.
Para Freire, ver la vida como un juego no significa trivializarla, sino entender que su verdadero valor reside en el acto de vivirla plenamente, con todas sus incertidumbres y desafíos. En un tiempo donde todo parece evaluarse en términos de utilidad y productividad, esta metáfora nos recuerda que algunas de las cosas más valiosas de la vida—como el amor, la amistad, el arte—no tienen un propósito práctico, pero son esenciales para una existencia con sentido.
Conclusión: La Filosofía como Guía en Tiempos de Incertidumbre
La intervención de Jorge Freire en el thinkglao fue un llamado a la reflexión profunda y a la acción. En un mundo que parece perder el rumbo, Freire nos recordó que la filosofía no es solo una disciplina académica, sino una herramienta vital para navegar las complejidades de la existencia. Su distinción entre dolor y daño, su defensa del estoicismo y su propuesta de ver la vida como un juego son ideas que resuenan con una fuerza especial en estos tiempos de crisis e incertidumbre.
Freire no ofreció respuestas fáciles ni soluciones rápidas. Al contrario, dejó a los jóvenes con más preguntas que certezas, con la intención de que cada uno explore y descubra su propio camino hacia una vida plena. En un mundo donde el sufrimiento es a menudo visto como un mal que debe ser erradicado, su mensaje es claro: el dolor es parte de la vida, pero no tiene por qué dañarnos. Y en esa resiliencia, en esa capacidad de encontrar sentido incluso en las dificultades, reside la verdadera fuerza de la condición humana.
El thinkglao Jorge Freire es, en última instancia, un recordatorio de que, aunque el mundo pueda ser caótico y confuso, siempre tenemos la capacidad de elegir cómo respondemos a él. Y en esa elección, en esa apuesta por la vida, es donde encontramos nuestro verdadero sentido.
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